Perlas rojas,
muy rojas,
giran en mi boca.
Las muevo con mi lengua
necesito comprender su color.
Estoy muda porque no supe cuidar mi voz.
Estoy débil porque no supe cuidar mi espacio.
Hay mundos que no querré volver a visitar.
Hay juegos que no querré volver a jugar.
Sólo deseo la quietud.
Sólo deseo la simpleza de jugar con mis niñas, aquí,
en este tiempo, en mi pequeña parcela en esta casa.
¿Dé que me sirve viajar al más allá, buscar revelaciones
en códigos que no descifro?
¿Por qué necesito partir hacia otras dimensiones
si tengo una raíz que me enraíza en esta?
Las perlas en mi boca se deshacen como caramelos dulces.
Podrían haber estallado, pero preferí deshacerlas lentamente
con mi calor.
¿Por qué visitar a los muertos si todavía estoy cálida y mi cuerpo vive?
¿Para qué anticipar respuestas y especular con saberes que no pertenecen a mi plano?
Busco a Dios en la Tierra.
No quiero viajar más chamánicamente a ningún sitio.
Sólo quiero regocijarme con la sonrisa de mis hijas,
asombrarme con cada detalle de su crecimiento.
Honrar la Divinidad en mi sencillez, en mi pequeño intento de ser humana.
El único rito posible es el de permanecer, enraizar, teniendo el coraje de sentir hasta donde haya que se sentir, hasta ese sitio donde la emoción desborda y arde...
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